La violencia escolar en Chile continúa siendo una problemática urgente, afectando el bienestar y el desarrollo de los/las estudiantes. De acuerdo con el Observatorio de Violencia Escolar, el 84% de los/las estudiantes ha presenciado episodios de bullying, lo que resalta la necesidad de abordar esta situación con un enfoque integral que involucre a toda la comunidad educativa (Emol).
El acoso no solo afecta a las víctimas directas, sino también a quienes son testigos de la violencia y a la comunidad escolar en su conjunto. La exposición a un ambiente violento genera inseguridad, ansiedad y aislamiento en los/las jóvenes, impactando su desarrollo académico y bienestar emocional.
Para enfrentar esta situación, especialistas en educación mencionan la importancia de implementar programas de prevención y convivencia escolar desde una edad temprana. Estas iniciativas ayudan a desarrollar habilidades como la empatía y el autocontrol, esenciales para construir un entorno respetuoso.
A pesar de algunos avances, en Chile aún persisten grandes desafíos para implementar políticas y recursos que aborden eficazmente la violencia escolar. Organizaciones como BRAVE UP! trabajan para apoyar a las instituciones educativas mediante herramientas digitales que permiten registrar y dar seguimiento a incidentes, promoviendo una cultura de denuncia y apoyo.
La participación de padres, madres y apoderados/as también resulta clave. El bullying se perpetúa con frecuencia debido a la falta de comunicación entre los/las estudiantes y sus familias, o entre las familias y los colegios. Involucrar a los/las apoderados/as en los programas de convivencia escolar y fomentar el diálogo abierto puede ser una herramienta poderosa para la prevención del acoso.
Este Día Internacional contra el Acoso Escolar es una oportunidad para que todos/as los/las actores/as del sistema educativo reflexionen sobre su rol en la erradicación de la violencia. Crear entornos seguros requiere un compromiso firme y priorizar la salud emocional de los/las estudiantes en cada acción.
Soñemos con un mundo donde cada niño/a y adolescente pueda asistir a clases sin temor a sufrir o presenciar violencia. Con esfuerzos conjuntos, podemos hacer de las aulas espacios de respeto, inclusión y paz para todos/as.
